jueves, 21 de agosto de 2014

Rascasuelos,

En algún momento noté la hierba fría, y deseé que Roma ardiese. Y que todos los caminos llevasen a casa.

Agosto, tú a la tuya. No te vayas por donde has venido, que espero el año nuevo de Septiembre y no otro Julio prepotente.

Tranquilos, lo malo ya ha pasado.      Y lo peor está por venir.

Nadie escribirá de ti cuando yo haya muerto.    Puedes quedarte las flores, no soy de plástico.

Soy esa máquina de escribir que ya nadie usa por el miedo a equivocarse, porque la tinta no se puede borrar.  Y guardan en un armario junto a todo lo bello, que no sabrán domesticar nunca.

Soy un recuerdo.  

Los billetes de tren, las entradas de los conciertos, los recibos de hoteles y las fotos: eso no son recuerdos, eso son sólo dardos sin diana.

El recuerdo es el agujero, lo demás son sólo balas.   Y bastantes disparos tiene una en la cabeza, como para encima ir tropezando con el arma.

Soy un seguro de muerte,

al menos estoy segura de algo: yo no quiero a alguien seguro de lo que quiere.  Yo quiero a alguien seguro de que me quiere.  

Y ya está.  Que nunca deje de dudar, pero que me tenga claro. Que me tenga, claro. Y que me ame oscura.

Eso y que la luz al final del túnel sea alguien liándose un porro, que después de fumarlo no haya nada. Ya tuvimos suficiente.

Pasa por mi cabeza esta noche. Pon tú el vino, a la reflexión invito yo.  No hace falta que me des las gracias, no tienes ninguna.

Fíjate, nadie está despierto cuando nadie duerme.  Esto es algo que sé desde mas pequeña. Lo aprendí llevando los libros al colegio, en las bolsas de los ojos.

En el fondo no ha cambiado nada.  En el fondo pocas veces cambia algo.  Y esto es algo que sé, 
porque lo he tocado.  Varias veces.


Qué turista de mí misma me siento desde que me habitas.   Voy a tener que mudarme, a una  cabeza que no me recuerde que olvidas. Voy a tener que mudarme a una cabeza que no me recuerde.  Que no me recuerde a nada.

Vosotros
no tenéis ni idea de las horas que pienso por segundo

Yo
no tengo ni idea de en qué minuto pensasteis que las horas pasarían volando

Como si se pudiese ver al tiempo batir las alas.


Todo esto os lo digo porque en algún momento noté la hierba fría, y deseé que Roma ardiese. Y que todos los caminos llevasen a casa.

Y cuando llegué
sólo encontré más caminos
una carta de renuncia de la casa
y una escopeta cargada
de indiferencia

Ojalá nadie vuelva a subirme al cielo
si luego piensa soltarme.

Es de muy mala educación hablar de vértigo

si no has estado a mi altura.

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